lunes, 22 de abril de 2013

LA TIERRA UN SUPERORGANISMO VIVO


 Foto

 
hipótesis Gaia.


En la cosmovisión andina, la tierra es considerada como un ser vivo, y la mayoría de culturas ancestrales le dan la categoría de madre, de allí el nombre de Pachamama o madre tierra para los peruanos.

En plena era de la modernidad, miles de peruanos, ecuatorianos, bolivianos y de otros países de Latinoamérica, siguen ofreciendo pagos a la madre tierra con diferentes propósitos. Algunos le pagan para una mejor cosecha; para mejorar sus crianzas; para que aparezcan las plantas medicinales y curen a sus enfermos; para que llueva; para que sus proyectos se ejecuten y funcionen, en fin, para una serie de cosas. Es decir, para emprender cualquier actividad, no sólo se le pide permiso a la madre tierra sino que también hay que alegrarla haciéndole regalos, que no es más que devolverle a sus entrañas lo que ella nos da.

 Esta actitud ancestral, no es exclusiva de nuestra cultura, ni de los países andinos; en el antiguo testamento también se habla de pagos o sacrificios a Dios y el Dios para los peruanos es el sol, la madre tierra y otros seres visibles. Ello podría explicar que la tierra no es un súper organismo inerte, sino todo lo contrario, tal como lo propuso el británico James Ephraim Lovelock, en 1969 a través de su hipótesis Gaia. Esta posición campesina andina, además de la bíblica, no es descabellada ni nueva, muchos filósofos desde antes de la era cristiana, así lo sostenían, incluso hasta nuestros días existen científicos, además de Lovelock, que se reafirman en esta posición y al parecer cada vez toma más fuerza y más credibilidad en el mundo científico.

Si analizamos nuestro entorno veremos que todo tiene sentido en magnitudes diferentes, el hombre como tal, es a la vez un universo donde viven millones de seres vivos, buenos, malos o indiferentes. Estos organismos a la vez constituyen otro mundo para seres vivos mucho más pequeños que ellos y estos de otros. Un bicho que es patógeno para el ser humano o para algún animal, también tiene patógenos que controlan su existencia, y éstos a la vez también tienen otros seres muchos más pequeños que los controlan, es por ello que las plagas y enfermedades así como aparecen desaparecen, afectadas además por las condiciones ambientales lógicamente.

Lovelock, creador de la teoría Gaia, sostiene que la tierra es un organismo vivo, regulado por la totalidad de los seres que lo habitan, con la finalidad de que la vida puede perpetuarse. Afirma que los organismos vivos, en vez de adaptarse a un medio inerte, son capaces de generar y variar las condiciones de su propio entorno. La evolución de los microorganismos, plantas y animales se da de forma simultánea a la evolución del aire, del mar y de las rocas. Si una especie evoluciona recibirá influencias del medio pero a la vez ella misma influirá sobre la evolución de los otros organismos y de su entorno. La evolución vegetal y mineral es una simbiosis, concluye.

Esta teoría no es nueva, existe desde antes que los antiguos griegos denominasen a su madre tierra como Gaia o nuestros antepasados incas le denominaran pachamama. Sin embargo, el desarrollo del actual sistema científico y mercantil ha implicado una pérdida continua de la tradicional noción de la tierra como una entidad sagrada, y por lo tanto inviolable. La ciencia ha dividido el estudio de la tierra del estudio de los mares, lo vivo de lo inerte, la flora del suelo, el agua de la vida, el hombre de la tierra. Esto ha despedazado materialmente al planeta y por ende toda la concepción ancestral.

En el siglo XVIII, James Hutton, conocido hoy como el padre de la geología, afirmó que la tierra era un súper organismo vivo y que la manera más apropiada de estudiarla era a través de la fisiología. Hutton hizo una analogía entre la circulación de la sangre y de los nutrientes de nuestro planeta, donde el sol destila agua de los océanos para que más tarde caiga como lluvia y refresque la tierra. Varios científicos siguieron esta corriente, entre ellos Alfred Locke y Relfield para luego ser retomada por Lovelock y otros seguidores como la microbióloga Lynn Margulis (fallecida el 2011) y el geoquímico Lars Gunnar.

Lovelock se pregunta ¿Cómo es posible que el nivel salino medio no supere el 3,4 %, cuando la cantidad de sales que lluvias y ríos arrastran hacia los océanos cada 80 millones de años es idéntica a toda la actualmente contenida en ellos? De haber continuado este proceso, el agua de los océanos, hubiera llegado a ser mortífera para cualquier forma de vida. ¿Por qué entonces los mares no son más salados? Lovelock asegura que, desde el comienzo de la vida, la salinidad ha estado bajo control biológico. Gaia ha servido de filtro invisible para hacer desaparecer la sal en la misma medida en que la recibe.

Por otro lado Lovelock sostiene que sin el auxilio de la microflora anaerobia cuya morada está en los malolientes barros de lechos marinos, lagos y estanques, quizá no existieran ni escritores, ni lectores, ni libros, porque sin el metano por ella generado, la concentración de oxígeno ascendería inexorablemente hasta un nivel en el que todo incendio cobraría proporciones desmesuradas, haciendo imposible cualquier otra forma de vida diferente a la microflora de los terrenos pantanosos.

Otro gas nitrogenado que la atmósfera y los mares producen en abundancia es el amoníaco, cuya función es, casi con toda seguridad, controlar la acidez ambiental. Teniendo en cuenta los ácidos que la oxidación del nitrógeno y el azufre producen, el amoníaco generado por la biosfera es justamente el necesario para mantener alrededor de 8 el pH de la lluvia, cifra óptima para la vida. De faltar el amoníaco, este pH caería hasta un valor de 3, imposibilitando nuestra existencia.

Asimov y Pohl, sostienen que este increíble equilibrio que se da entre lo inerte y lo vivo y que conforma la unidad del planeta como sistema, debe ser preservado. Urge tomar medidas preventivas para que nuestro planeta no quede destruido y mucho más ahora, cuando al parecer ya no se razona con la mente sino con el dinero.
Lovelock afirma que si las personas volviesen a mirar a la tierra como un organismo vivo, tal como lo veían nuestros ancestros y aun hoy muchas comunidades campesinas e indígenas, no serían tan destructivas y crueles con el entorno. Somos los citadinos y los “modernos” quienes necesitamos entender que nuestro bienestar depende del bienestar del planeta y que lo que está ahí no es algo que esté solo para ser explotado o destruido en beneficio de gobernantes y grupos de poder. Desgraciadamente la tecnología de punta para la explotación o extracción eficaz de un recurso es inversamente proporcional a la destrucción de otros.

Concluye diciendo que uno de los mayores males de la ciencia actual es la carencia de una dimensión humana, de una mínima moralidad. Las plantas, los animales y demás seres que allí viven, al igual que cualquier ser humano tienen el derecho.
 
COMENTARIO
 
En nuestro país (Perú), muchas autoridades como presidentes nacionales, regionales y locales concesionan nuestra tierra a favor de las grandes empresas mineras existentes, sin tener en cuenta los daños que pueden ocasionar a nuestros campesinos que residen en ella. Por eso han originado muchos  conflictos socio ambientales, donde nuestros hermanos campesinos presentan sus reclamos por no haberse consultado con anticipación. Además, las consultas que se hacen las realizan con la fuerza a punta de balas de la policía y del ejército.
 
En el caso de Cajamarca, el Proyecto Conga se ha impuesto con autoritarismo, ya que Ollanta Humala con Minera Yanacocha utilizaron a las fuerzas del orden para imponerlo. Murieron muchos hermanos de Celendín y Bambamarca por defender nuestra agua y nuestras tierra.
 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario