LAS NUEVAS VANGUARDIAS: LEER LA HISTORIA QUE VIVE ANTE NOSOTROS
Guardianes de las lagunas, ecologistas populares señalan la ruta
Por David Roca Basadre
RECONOCER A LAS NUEVAS VANGUARDIAS: ECOLOGISTAS POPULARES EN LA LUCHA
Había bosques en las serranías, retenían lluvias y las lagunas se formaban naturalmente conformando un paisaje donde el agua no era accidente sino parte del paisaje sucesivo por el que transitaban humanos y otros animales, entre bosque húmedo y bosques secos costeños.
Eso terminó con la conquista occidental, hace 500 años y algo más. Para abastecer de minerales a la sedienta potencia colonizadora se reorganizó el territorio y se propició el holocausto humano más grande de la historia, lo que fue como consecuencia de plagas, enfermedades, maltratos, pero también por la destrucción persistente de las bases materiales se subsistencia, sustento del derecho fundamental a la vida.
Al destruirse bosques serranos, se secaron incontables lagunas, tierras verticales y valles se quedaron sin agua. Mientras, los bosques secos costeños también desaparecieron. Se inventó la pobreza.
Pero no bastó la colonia, la destrucción continuó con la república de los criollos y mestizos, de los europeizantes a ultranza que dicen – por la izquierda y por la derecha – que hay que ser modernos, abastecer sin parar a los grandes mercados occidentales, que dictan las formas de la esperanza con la apariencia de espejismos de vida cotidiana, de modas, de tecnología tantas veces inútil, y todo debe ser que toma la forma de mercancía ofrecida por los canales de la publicidad manipuladora.
En 1963 empezó – aunque no era novedad en los hechos – oficialmente para los gobiernos, la “Conquista del Perú por los Peruanos”, dirigida al único espacio de territorio relativamente a salvo, a pesar de la incursión cauchera. La selva para los criollos europeizantes estaba deshabitada – o sea solo con indios – y había que tomarla; para eso se hicieron carreteras, y cuando los llamados salvajes ofrecieron resistencia, el democrático, emprendedor y amable presidente de entonces, como verdadero salvaje no dudó en echarles el moderno napalm, tecnología yanqui que ya había demostrado su eficacia en Vietnam, y aquí demostró ser igual de eficaz, triunfando así el “progreso” gracias a tan útil tecnología, que logró muchos indios menos.
La CVR da testimonio de que Sendero Luminoso y el MRTA no tenían mayores discrepancias con estas ideas, si se trataba de imponer la modernidad a su estilo. Matiz más, matiz menos, matar indios, desposeer a campesinos es parte del precio a pagar para que la realidad encaje en los proyectos iluminados del marxismo leninismo o del capitalismo que se expresa hoy en sus formas moderadas, pero sobre todo en el más radical neoliberalismo a ultranza, hoy en boga en el poder.
El realismo de la modernidad anclado en el sistema-mundo vigente, y sus socios locales los obliga a seguir abasteciendo el crecimiento de los grandes mercados, inagotables en sus demandas. Si el territorio se sigue alterando, destruyendo, eso es intrascendente: no dejarán que lo que llaman arcaísmos indígenas, que los supuestos atrasos campesinos aferrados a sus tierras que conocen desde hace siglos, impida la marcha ascendente hacia un crecimiento exclusivo y excluyente, pero que las cifras de ventas – con la difusión del crédito sobre todo, y el espejismo de la publicidad subliminal sobre visiones de bienestar ajenas – les hacen suponer eternas.
Las actividades extractivas que se difunden para atender la demanda ajena, incluyendo asimismo allí a la destrucción de las tierras para el monocultivo destinado a la exportación, la devastación marina y la devastación fluvial por efecto de la producción de cocaína sobre todo, mantienen vigente el esquema impuesto con la conquista que permite que el reordenamiento permanente de nuestro territorio provenga de decisiones desde el exterior y escape a nuestra voluntad.
El liberalismo y el neoliberalismo occidental, aliado al de los países llamados emergentes que han asumido esos modelos depredadores y que también requieren huella ecológica en tierra ajena, es portador además del vaciamiento de conceptos nacidos importantes en la parte rescatable de la tradición occidental, como los de libertad, democracia, equidad, al participar de la destrucción de las bases materiales de vida que los harían efectivamente posibles.
Cañaris en lucha.
El guión que se repite
Como parte de esa dependencia de decisiones ajenas, hay un guión que con ligeras variantes se repite consistentemente en el país. Por un lado es la intromisión de empresas extractivas a las que se les ha concesionado tierras sin consultar a sus propietarios, luego una consulta trucada para justificar la intromisión; enseguida y ante las protestas generalmente pacíficas de los agraviados, llueven acusaciones de terrorismo, de infiltración de subversivos y agitadores, fuerzas policiales a sueldo de la empresa que agreden, prensa que dice que los violentos son los manifestantes. Luego, es una Mesa de Diálogo integrada por representantes del gobierno favorables a la empresa extractiva, más los representantes de estas con todos sus técnicos y abogados y al frente, algunos representantes de las comunidades afectadas a las que, generalmente, se les niega el aporte de técnicos y hombres de leyes que los apoyen durante esas conversaciones.
Pasó con Conga, con la revuelta de los awajún y wampís en Bagua, en el valle de Tambo, también con la población de Paramonga, luego ocurre con Cañaris con las poblaciones quechua, indígenas obviamente, a los que se llega al extremo de no querer reconocerlas como tales para no aplicar la ley de consulta previa, etc., y la lista es interminable.
Esta lógica se aplica con variantes mediante la recreación del latifundio para la agricultura de monocultivos destinados a la exportación, y que como ocurre por ejemplo en Yurimaguas, no vacila ante la destrucción del ecosistema de bosques húmedos, o como ocurre en la costa norte avasalla irrigaciones como la de Olmos destinada originalmente a pequeños agricultores, o destruye los pocos bosques secos remanentes o termina, como en Ica, con los recursos de agua del subsuelo o devasta los recursos marinos de los que poco queda para la alimentación de los peruanos. El acaparamiento de tierras es generalizado.
Los luchadores sociales son ahora protagonistas políticos y los únicos opositores al sistema: las nuevas vanguardias.
Las nuevas vanguardias
En todo ese proceso, se desarrollan organizaciones populares de resistencia. Entre ellas resaltamos las luchas cajamarquinas, por ser un importante referente de aprendizaje. De la experiencia de lucha contra el proyecto Conga todos quieren aprender, y así los ronderos cajamarquinos explican acerca de la resistencia no violenta activa, sobre la unidad desde la base, sobre la necesaria lucha por la defensa de los ecosistemas enteros, y no solo de una porción de tierra.
En Cajamarca se ha planteado claramente un proceso de cuestionamiento a las actividades de Yanacocha, en defensa de los ecosistemas que sostienen la posibilidad de existencia de las fuentes de agua. Tal proceso ha calado en un 80% de la sociedad cajamarquina y en casi el 60% de la población peruana, sobre todo rural.
La resistencia ha trascendido al ámbito nacional, al punto que los grupos de poder, los medios, la sociedad, han debido conceder ideológicamente que no se trataba de una lucha por la propiedad de tierras o de otros bienes, sino del derecho al acceso al agua. Tal concesión ha permitido a los luchadores cajamarquinos ampliar su demanda hacia la defensa de los ecosistemas enteros, que han identificado correctamente como lo que en efecto permite el agua, que es parte del equilibrio ecosistémico. Ello es un paso colosal en la toma de consciencia de todos acerca de la trascendencia de sus luchas.
Pueblos amazónicos en lucha: la rebelión awajún y wampís.
La resistencia, además, ha asumido – con toda consciencia – las formas de la resistencia pacífica, de la desobediencia civil, de la no violencia activa, como práctica que se ha manifestado efectiva para garantizar la resistencia duradera, en un combate que se anuncia de larga duración. Pero se trata de todo un pueblo comprometido, y sobre todo de un pueblo que tiene claro que defiende su vida. El objetivo político de una lucha que comenzó local, trasciende y se instala en el consenso como una idea que empieza a hacer su camino, sobre todo en las zonas rurales.
En las urbes, se empiezan a movilizar... y sin partidos iluminados.
Y el mundo urbano, aislado por decenas de intermediaciones de las fuentes de lo que consume, inicia la larga marcha hacia la reunificación con la tierra ante la persistencia de luchas que empieza a identificar como propias de los pueblos y no por causa de alguna manipulación. Consciencia que la propia experiencia de las carencias que el abastecimiento en las ciudades empieza a anunciar, hará eventualmente más evidente.
Así, las organizaciones sociales en defensa de su tierra, y el ecologismo de los pobres se convierten en protagonistas políticos de vanguardias que, como siempre, se construyen inéditas.
La creación heroica y revolucionaria, que reclamaba José Carlos Mariátegui, surge así de los mismos pueblos y no de algún gabinete de políticos profesionales.
En Islay se movilizan contra la mina Tía María de la Southern.
El ecologismo popular y las nuevas vanguardias populares
Cuando el gobierno de los neoliberales trata de confrontar los conflictos en tierras campesinas, indígenas u otros ámbitos, pensando tan solo en cómo resolverlos, es porque no entendió nada o no les interesa encontrar soluciones favorables a los pueblos. Porque lo que realmente hay que saber es lo que como propuesta traen quienes son protagonistas de toda resistencia. Hay una agenda política asertiva, que dice más de lo que propone que de lo que niega.
La reacción en cadena contra la minería, por ejemplo, no es obra de agitadores, sino de la vivencia directa de los pueblos. Lo real es que el descontento con las actividades extractivas, con la afectación de bosques y tierras para monocultivos, con la pesca indiscriminada, tiene amplias justificaciones, antiguas y visibles.
Mientras no se entienda la agenda propositiva que está detrás de tanto movimiento, y no se dé respuesta a este de manera clara y contundente, no habrá otra salida que la respuesta popular dirigida por los ecologistas populares, que son todos.
La interculturalidad, que es un discurso político usado en exceso pero que la práctica de los gobiernos en manos de los neoliberales ignora, no existe realmente porque el sistema-mundo existente cuestiona a la diversidad de los pueblos e impone la estandarización de la vida, vía los criterios efectistas de la economía del PBI y del crecimiento que no alcanza para todos.
Y sin embargo, tras las movilizaciones que jaquean a los gobiernos, trasciende un aprendizaje que nace de la relación directa con la tierra en la que se crece y se muere, relación que en las zonas rurales es mucho más evidente.
Y hoy, tanto los indígenas amazónicos, como los aymaras, los quechuas, las comunidades campesinas de ronderos, los pescadores y tantos otros traen la propuesta de reconocimiento de sus procesos de vida en la tierra que habitan. Oculta en los pliegues del alma durante siglos, aparece hoy la necesidad de reclamar los que se es. Y eso está estrechamente ligado a la tierra que se pisa y que nutre.
Afirmar identidad es igual que defender la tierra. Esa identidad no es viajera, no tiene saudade porque no podría tenerla: la tierra es parte involucrada con lo que se piensa, se sueña, se come, se tiene. En la tierra crece la posibilidad de ser, y sin la tierra no existes: el territorio tiene otro sentido que el de la sola geografía, es el todo en el que soy y es posible que sea.
Importante esto. Entonces vemos que no solo se trata de decir no a la minería, no a la agroindustria, no a la pesca depredadora, sino de decir que es necesario rediseñar el uso del territorio para ser, nuevamente, parte de él y promover país pluridiverso y pluriproductor.
La agenda indígena y campesina fortalece las posturas ecologistas, es más no hay ecologismo posible sin la agenda indígena (y viceversa). Lo que estamos viendo surgir en las luchas de resistencia es una propuesta política que va camino de consolidarse y debatir como alternativa política seria y bien constituida.
Paramonga contra la contaminación industrial.
La transición hacia el Buen Vivir
Así como es necesario derribar el mito de ‘Perú país minero’, y sabemos que no se puede arrojar por la borda y de la noche a la mañana 500 años de historia minera que, para bien o para mal, es lo que tenemos, es importante desarrollar desde las mismas bases una propuesta de Programa de Transición que nos lleve al diseño de una economía alternativa reconciliada con el territorio.
Es necesario asumir sin embargo que, sin intermediaciones dogmáticas de ningún tipo en el lenguaje ni en la reflexión, hay una alternativa que se encauza por las vías de la democracia radical para ser entendida y atendida con la consideración que toda propuesta tiene y que reclama enrumbarse hacia procesos de Buen Vivir locales fortalecidos y lo más posible autosuficientes. Asumiendo y afirmando la pluriculturalidad y la interculturalidad real como propuesta de vida en común, ligada a la búsqueda de armonía entre todos los componentes de los ecosistemas.
Camino a la sociedad del Buen Vivir, que se va construyendo palmo a palmo en cada episodio de resistencia que es en sí mismo aporte a la construcción del Buen Vivir.
Represión en Bagua contra los pueblos indígenas en lucha.
La propuesta revolucionaria del Buen Vivir
El Buen Vivir es una forma de vida, una filosofía de la existencia pero también un objetivo político alternativo al desarrollismo occidental neocolonial. A través de nuestra historia los humanos invasores bloquearon la relación con la Pachamama – o Gea, como aquellos buenos hermanos occidentales la llaman – como consecuencia de la intromisión ajena.
Occidente no aportó derechos o ideales de justicia y menos aún libertad, incluso cuando la ilustración y cuando se dieron sus consecuencias políticas expresadas en los proyectos liberales o socialistas, pues en cada caso palabras y sueños no propiciaron la sostenibilidad de las bases materiales que hicieran posible la concreción de dichos ideales, y jamás cuestionaron la distribución y organización del territorio colonial, diseñado para abastecer a las metrópolis.
La lógica colonial sigue firmemente establecida, trabaja como una máquina compleja que se resume en la triada extractivismo-productivismo-consumismo, sostén del sistema-mundo de la hegemonía occidental vigente.
Santiago Manuin: el pueblo reconoce a sus dirigentes.
El ecologismo popular es respuesta, es el camino de los pueblos para restaurar en nuevos términos la armonía en los ecosistemas, y promover la sociedad del Buen Vivir. Significa la lucha por la instalación definitiva y concreta de los sueños de libertad, justicia y auténtica democracia, promoviendo la sostenibilidad material que los haga posibles permanentemente.
El pueblo de Cajamarca, particularmente, ha señalado un camino por el que ha habido grandes aprendizajes. Estos constituyen aprendizajes para todos los hombres y mujeres en lucha en todo el territorio – que aportarán cada uno, asimismo, lo suyo al bagaje común de las luchas – no solo contra actividades extractivas perniciosas, sino contra toda actividad que - como ya entendieron en Cajamarca - afecta el tramado de los ecosistemas de los que el agua es un componente que depende de otros factores, incluyendo al humano y lo que hace. Es desde esta y otras experiencias de resistencia que se va desarrollando la propuesta política teórica de sociedad del Buen Vivir al tiempo que, equitativamente, se va construyendo el Buen Vivir en el momento mismo de la gesta de resistencia.
Marco Arana ante la gente: el pueblo espontáneamente elige a sus dirigentes.
Por ello, las nuevas vanguardias formadas por los luchadores que portan las banderas del ecologismo popular, estrechamente ligadas a los aportes de los hermanos indígenas que habitan estos suelos desde hace 12 mil años, no solo son protestantes o reclamantes que demandan justicia, sino que son portadores de una propuesta política alternativa que exige su lugar en el seno de las luchas políticas democráticas.
La revolución democrática radical, afirmadamente participativa, centrada en lo local, no violenta, reconciliada con nuestra tierra, promotora de un rediseño general de sociedad basado en la protección del equilibrio en los ecosistemas que habitamos, que sostiene que lo que da nuestra tierra es primero para los que en ella habitan, es la propuesta que las nuevas vanguardias, colectivas y no de líderes aislados, proponen como banderas de lucha política, como propuestas para el debate y como alternativa concreta, profundamente cuestionadora del sistema-mundo predominante.
Va construyéndose la ecología popular.
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